El teatro: otra forma alternativa de hacer revolución

 

F Teatro

 

Por: Niurvys Roca

El quehacer dramático generado en Cuba en la última década del siglo XX y primeros lustros del XXI, amén de hacer uso de procedimientos atribuidos a las estéticas posmodernas, se caracterizó por su heterogeneidad tanto en poéticas, recursos artísticos y temáticas, sin desentenderse de la política, la ideología, la tradición, la historia, el sentido de pertenencia y la utopía, y estableció, de modo general, fuertes lazos con el teatro vanguardista y experimental de las décadas del 50 y 60 del siglo XX.

La precariedad económica del país en la década del 90, que incidió de manera negativa en todos los órdenes de la vida social, pero sobre todo en las relaciones humanas, dejaría marcas imborrables en el cuerpo de la nación, en las conductas y proyecciones de los individuos que hoy viven en el siglo XXI, lo cual atestigua descarnadamente la dramaturgia de estos años.

En tal sentido resulta paradigmática la creación de un dramaturgo como Abel González Melo, quien en obras como “Chamaco” y “Por gusto” ahonda en problemáticas de la familia y el mundo juvenil cubano a través de historias fragmentadas de personajes de la cotidianidad citadina que se ven impelidos muchas veces a moverse en los lindes de la marginalidad o ser  verdaderamente marginales, insertándose en la vida subterránea de la ciudad, en la nocturnidad de una Habana sórdida en la que están presentes el comercio sexual, la violencia y la corrupción.

El tema de la familia, las condiciones en las que se desenvuelve la juventud cubana y las transformaciones que ha sufrido, la corrupción y los mecanismos de extorsión del poder responden a una nueva visión de nuestros problemas más inmediatos. Y con ella una voluntad de dialogar y recontextualizar temas, personajes, situaciones del teatro cubano teniendo en cuenta las nuevas circunstancias.

De tal manera, las máscaras y desenmascaramientos, el homoerotismo, el crimen, lo escatológico, la parodia no en el sentido de burla o choteo, sino en el de desmitificación y desacralización, privilegiados en su momento por las estéticas posmodernas, están en definitiva todavía presentes en piezas como estas para dar cuenta de la cruda realidad de nuestros días.

A pesar de la censura que subyace agazapada tras bambalinas, obras como Antigonón del dramaturgo Rogelio Orizondo, y llevada a la escena por el grupo de teatro El Público, reflejan la Cuba de hoy al desnudo. Ni qué decir del grupo teatral matancero El Portazo, con Semen y CCPC.

Hoy, cuando definitivamente nuevas formas de gestión para la producción escénica muestran su eficacia frente a una institución aquejada de paternalismo, incapaz de atender las jerarquías dentro del teatro y poner a funcionar programas coherentes de desarrollo, el teatro cubano fija nuevos puertos, asume nuevas alianzas y muestra un rostro en reconfiguración que habla incluso desde lo que no exhibe, desde lo que rechaza, de un país distinto.

Sucede que el teatro siempre se adelanta y no ser consciente hoy de que la escena presenta el día por venir, podría parecer  un premeditado acto de suicidio. Por un teatro genuino y contestatario luchan hoy nuestros jóvenes dramaturgos, para tratar, desde su obra, de cambiar lo que deba ser cambiado y hacer una verdadera revolución social que le dé aires frescos a nuestra Isla.

 

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Niurvys Roca

Niurvys Roca, nací en Cuba en junio de 1988. Al terminar mis estudios en la Escuela de Arte me reunifico con mi madre en los Estados Unidos y más tarde me mudo con mi hermano cerca del mágico New York. Decidí poner en práctica mi derecho como ciudadana cubana y escogí el Movimiento Somos+ del cual soy miembro actualmente. Quiero ser parte del cambio y colaborar con todo lo que nos dirija a la Libertad, una Libertad que más que exigirla debemos provocarla con verdades, coherencia, amor, esperanza, alegría y sobre todo símbolos + que tanta falta han hecho en esta lucha.

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