Por: Gretther Yedra
Se me ha anunciado que mañana
A las siete y seis minutos de la tarde
Me convertiré en una isla,
Isla como suelen ser las islas.
Virgilio Piñera, poema Isla
Una mañana de 1962, mientras se dedicaba a sus quehaceres mundanos, Virgilio Piñera fue detenido por un oficial que vio en él “actitudes afeminadas”. Fue trasladado al Castillo del Príncipe. En cuanto pudo comunicarse, telefoneó a Guillermo Cabrera Infante, quien a su vez, llamó a Carlos Franqui y tras varias llamadas pudieron sacarlo. Sus amigos esperaban en casa de Guillermo Cabrera que lo liberaran, al llegar, sin haber dormido por muchas horas, comenzó a sollozar. Esa noche, después de asegurar que tenía mucho “miedo” –palabra que lo perseguiría por el resto de su vida–, se quedó a dormir en casa de Cabrera Infante. Ese miedo, más tarde, pasaría a ser terror cuando fue citado a Villa Marista, el cuartel de la Seguridad del Estado, y le dijeron que su influencia en los jóvenes era perniciosa, por lo tanto, le prohibían tener contactos con ellos. Ya entonces no pudo superar aquel permanente estado de pánico que lo acompañaría hasta el día de su muerte.
#Cuba Las Palabras a los intelectuales, ha determinado la política cultural del país hasta hoy Clic para tuitear
Luego no quiso regresar a su casa en Guanabo, pues el pavor de ver repetida esas experiencias lo superaba. Y vino el famoso Congreso de Educación y Cultura. Y Fidel habló a los intelectuales. Aquella alocución, conocida como “Palabras a los intelectuales”, ha estado determinando la política cultural del país hasta el día de hoy, incidiendo directamente en las purgas y los procesos de reprimenda que han padecido los creadores. El entonces joven guerrillero encerró –aquel último día de junio– la creación artística nacional bajo una dicotomía irrevocable: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada.” Sería justamente ese el comienzo de un matrimonio forzado entre el Partido Comunista y la pluma, entre los uniformes verde olivo y los pinceles, entre la censura y los censurados.
La expresión que lanzó Castro durante aquella jornada, frente a los ojos asustados del auditorio, no era totalmente nueva para los oídos del mundo. Ya Benito Mussolini lo había resumido también en “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado.” Solo que en nuestras latitudes la Revolución se había autonombrado fuente de derechos y por tanto se comportaba por encima incluso del propio aparato estatal y gubernamental. De manera que Fidel Castro estaba diciéndoles a poetas, pintores, músicos y demás que cada línea de sus textos, cada brochazo sobre sus lienzos o nota sacada de sus instrumentos melodiosos, iban a ser evaluados a partir de una posición ideológica.
Se cuenta que en medio de la catarata verbal del “barbudo”, algunos artistas se atrevieron a intervenir. Uno de ellos, Virgilio, pequeño, delgado, gay y poeta, le espetó una observación también antológica: “Yo no sé ustedes pero yo tengo miedo, tengo mucho miedo.” Y con la misma se sentó para molestia del orador y risita contenida de la concurrencia. Ahí marcó su propio destino: el ostracismo inducido por el régimen.
En los años setenta llegaría el “quinquenio gris”, como después se le llamó, pero en su momento fue “el pavonato”, en honor a aquel personaje siniestro que dirigía la cultura a través de su homofobia solapada.
En una carta del año 1977, casi al cumplir 65 años decía: (…) “Es, querida, que no tengo deseos de escribir, ni sobre nada ni a nadie. Mi vida está por terminar, he luchado mucho y estoy cansado de luchar. Me dejo ir, eso es todo. Los días son iguales como gotas de agua (…) De Teatro nada”. Estas palabras de Virgilio encierran toda la verdad de la tristeza que padeció, todo el despojo al que fueron sometidos grandes joyas de la intelectualidad cubana. En esa época era imposible encontrar una obra de Virgilio en las librerías. Estaba completamente prohibido. Intentaron que fuera un escritor proscrito, relegado al olvido.
Lo que no sabían sus perseguidores era lo que un día le aseguró a Abilio: “Soy inmortal”. La noticia de su muerte salió, irónicamente, en el periódico Juventud Rebelde, y fue anunciada después del entierro, evidentemente para evitar aglomeración y homenajes de los intelectuales y admiradores.
Será en 1969, año en que Piñera publica el conjunto de su poesía bajo el título de La vida entera, cuando se cierre el capítulo de su ejercicio literario legitimado, pues en los diez años que le quedaban de vida no volvió a ver publicada ninguna de sus obras, al tiempo que sus artículos y colaboraciones quedaban bastante menguados. A partir de ese momento las reuniones literarias se efectuarían en secreto, tanto en La Habana como en casa de la poeta Carilda Oliver Labra, en Matanzas. No permitirle publicar ni estrenar fue su peor castigo.
Hace pocos años lo “reivindicaron”, hicieron pancartas gigantes con el rostro del escritor olvidado, publicaron sus libros compulsivamente, no sabemos si buscando un ridículo perdón o por jugada “política”. Y lo trajeron de vuelta al mundillo oficialista.
Nadie sabrá ya nunca si el escritor quería que sus censores le dejaran entrar como un fantasma a los sitios donde se reponen sus obras prohibidas y a las imprentas en las que se autorizan hoy que se publiquen sus poemas y sus cuentos. Parece que no. Creo que lo muestra Guillermo Cabrera Infante cuando describe la escena, en un hotel barato de París, en 1965, en la que Carlos Franqui le sugiere a Virgilio que no regrese a Cuba porque se avecinan redadas de homosexuales.
El autor de Dos viejos pánicos le dijo a Franqui que no podía vivir fuera de Cuba, que ya lo había intentado de joven (cuando se estableció en Buenos Aires) y no pudo, menos iba a poder ya en la vejez.
Virgilio lo que quería era vivir. Vivir y trabajar en su país, no tener que esperar 21 años enterrado para que los funcionarios permitieran reconocer lo que el mundo conocía a pesar de ellos: la grandeza de Virgilio.
Trabajemos de conjunto para no permitir jamás que el arte y el intelecto sean proscritos y de alta peligrosidad. El arte como expresión social sólo puede ser una amenaza cuando se le silencia o incluso se le desalienta con represalias administrativas o de otra índole, cuando se le confina a un enclave gremial o institucional cerrado, cuando se le coloca en un vacío comunicacional bajo una campana de vidrio, y, sobre todo, cuando no se le responde, o cuando, incluso reconocido como acertado, no es tenido en cuenta en la práctica política. No cometamos los mismos errores. Luchemos por un arte sin Censura.
Fuentes Consultadas:
Ciclo de conferencias convocado por Desiderio Navarro en el Centro Criterios: http://www.criterios.es/cicloquinqueniogris.htm
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que linda esta grettel en esa foto, es una belleza
De Los intelectules,en Cuba hay uno para mi,Cabrera Infante,me gusta oir las entrevistas y la devocion que sentia por Cuba cuando de ella hablaba,gracias por traer a Virgilio quiero leer de el.
Gretther,
Tu cita de Mussolini me ha estremecido, confirma una cosa que siempre he dicho: Fidel nunca ha sido comunista, simplemente ha sido fidelista, y, de ser algo, es fascista. Esta es una prueba más.
También me ha estremecito, aunque la conocía, la confesion pública de Virgilio Piñera de tener miedo. ¿Que mejor reja para contener a un hombre que su propio miedo?
De todas formas, seamos conscientes de que los dictadores pasan, incluso, por duros que hayan sido, se olvidan y pueden llegar a ocupar solo páginas residuales de la historia, pero las palabras de los «Virgilios» nunca pasan, dejan huella, pasan a integrarse en nuestra cultura , en nuestra forma de ser, en nuestra forma de pensar. Ellos perduran pues siempre, incluso en su miedo y su silencio, son un paso adelante.