Fábula roja

 

Por: Roberto Camba

La gente se agolpaba para ver la imponente mole roja… casi todos observándola desde lejos, prudentemente.   ¡El avión más grande del mundo!  Los fabricantes acababan de concluir el piso 58.  Desde hacía muchos años se había estado desarrollando.  Piso a piso, pieza a pieza.  Los cuantiosos gastos y sacrificios no importaban con tal de realizar tan deslumbrante proyecto.  Ahora parecía listo para volar… al menos eso afirmaba la tripulación.

El mismo Capitán había dirigido toda la fase de construcción, contagiando a todos con su optimismo, aun cuando él mismo no tenía experiencia alguna piloteando aeronaves.

Para empezar, él había decidido desechar todas las experiencias anteriores de la industria aeronáutica.  Incluso las alas le parecían una adición burguesa y amanerada que no debía tener cabida en los nuevos manuales de ingeniería de vuelo.

El avión no solamente sería el más grande del mundo, sino también el de mayor autonomía y techo de vuelo, el menos contaminante y más ahorrador de combustible; la envidia de todos los aviones y aeronautas del mundo.

Los motores se habían encendido y comenzaban a girar, aunque la gigantesca estructura no parecía tener intenciones de moverse.

Cada nivel contenía pasajeros esperanzados, otros temerosos, otros confundidos que pasaban levemente de la confianza a la desesperación.  Algunos habían sido atrapados en el majestuoso experimento.  Intentaban abordar otro avión cualquiera, y de algún modo fueron desinformados para tomar la pasarela equivocada que los llevó hasta el avión de 58 pisos.

Una vez en el avión, era muy difícil salir.  Algunos se lanzaron desde las puertas incluso a riesgo de perder la vida.  No pocos murieron en el intento, pues la distancia hasta tierra firme era grande y los vientos tempestuosos.

Por supuesto que durante el largo proceso de construcción no faltaron los dudosos y problemáticos, los desalentados y los inconformes.  Hubo quienes sugirieron mantenerlo como edificio, si en definitiva había gran necesidad habitacional.  Esos fueron silenciados.  Los poco soñadores que proponían usar más ruedas y mantenerlo en tierra como un gigantesco ómnibus que aliviara la situación del transporte fueron condenados por conformistas.   Los agoreros que predijeron que nunca algo así había volado ni podría volar fueron enviados a realizar trabajo correccional.

De repente el avión comenzó a moverse sobre la pista.  Los pilotos y sus familiares que viajaban en primera clase dieron voces de júbilo.  Los periodistas, a prudente distancia, contemplaban en estupor.  Las aeromozas comenzaron a recorrer los pasillos exigiendo a todos apretarse los cinturones…una vez más.   Un anciano enjuto de sabios espejuelos rogó que le dieran comida; mas una azafata le dijo que sólo cuando el avión se estabilizara a 30 mil pies de altura repartirían refrigerios.  Alguien se puso a rezar que el avión despegara sin tropiezos, pero un agente de seguridad de vuelo lo abofeteó diciendo que a esa hora sólo importaba mantener la fe en el Capitán y el copiloto.  El avión llegaría tan alto – afirmaba – que sería la envidia del mismo Dios.

El avión tomaba impulso por la pista, pero desde la Terminal nadie creía que semejante armatoste lograría levantar el vuelo.  Eso mismo reportaban los periodistas, pero a los pasajeros sólo les estaba permitido oír la voz del Capitán.  Ya casi llegando al fin de la pista, éste soltó una palabrota impublicable.

La gigantesca ave roja se estrelló al final de la pista.  Hubo gritos, murmullos y lamentaciones, los vehículos de emergencia se aproximaron entre sirenas a los humeantes destrozos.  Muchos murieron, pero entre los sobrevivientes se escuchó la voz del copiloto sobreviviente: “Tenemos que empezar de nuevo, pero lo vamos a lograr.  ¡Sí se puede!”  Agonizando, uno de los ingenieros de vuelo sollozaba que buscaran la caja negra… pero el copiloto musitó: “Lo que hace falta no es saber las causas del fracaso, sino encontrar a quién culpar ahora”.  Un poco más lejos, un trozo de cola chamuscada dejaba ver el nombre del quimérico avión: “Comunismo”.

 

 

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Roberto Camba Baldomar

Nací el 7 de Diciembre de 1973. Me gradué en 1999 como licenciado en Derecho por la Universidad de Camagüey y desde entonces laboré por 11 años como Asesor y Consultor Jurídico en varias entidades. Tuve el privilegio de impartir clases a estudiantes de Derecho y graduarme como Master en Ciencias de la Educación con mención en Derecho. En 2011 emigré a Canadá, donde también obtuve un Diplomado de Administración de Empresas con honores. Actualmente trabajo como Jefe Regulador en una compañía de inspección al sector del petróleo y gas natural, y operador de cámaras de seguridad en un Casino. Soy un orgulloso miembro de Somos+ y desde el 2012 publico mis ideas sobre Cuba en un modesto blog bajo el seudónimo Palma Escrita. Llevo a Cuba en el corazón y no dejo de pensar en mi patria ni un solo día.

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2 comments on “Fábula roja
  1. Yo sigo con mi idea, de que si lo hicieron bien,lo que nunca nos preguntamos, es cuales eran los objetivos de este macabro proyecto,y de ese punto partir para saber si funciono o no,para mi el objetivo general fue el de mantenerse en el poder indefinidamente,y lo logro,y aun estan en el poder,pues les fue un éxito total,el resto del desastre es el cumplimiento de los subobjetivos de la trama de esta obra de teatro,realizada con la actuación de un pueblo completo.

  2. y que bueno que se estrello completamente, porque sino la agonia mundial tuviera para otros 2 milenios. todavia los hay por ahi hablando paparruchadas diciendo que en realidad lo que paso es «que no supieron construirlo bien»

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