Por Msc. Joanna Columbié Grave de Peralta
La sociedad patriarcal hizo su entrada en la historia de la humanidad en algunas colectividades de la sociedad primitiva hace muchísimos años atrás. Antes de este agudo momento para las mujeres, estas sociedades se caracterizaban por ser un estado matriarcal, forma de gobierno atribuida por algunos historiadores y antropólogos a algunos pueblos primitivos.
En el siglo XIX ciertos antropólogos utilizaron el término “matriarquía” para sustentar la hipótesis de que las sociedades primitivas estuvieron lideradas y gobernadas por las mujeres, en algunas de estas sociedades existen mitos que afirman un pasado matriarcal y que posteriormente las mujeres perdieron el poder y fueron los hombres quienes comenzaron su reinado e impusieron su autoridad, formando las sociedades patriarcales, y aunque algunos refieren que no existen evidencias de que esto haya sido así, al alegar que el mando de la mujer sobre el hogar no significa necesariamente autoridad política sobre la sociedad, sí es evidente que la mujer estaba en posibilidad de condicionar económicamente y después políticamente a los hijos.
Ya han sobrevenido muchas tempestades desde aquel remoto y pretérito momento; las féminas alrededor del mundo han recorrido cabizbajas muchísimos kilómetros de historias, contadas y no contadas, públicas y personales, pero que no ha menguado en nada aquel deseo intrínseco y originario de ser las dueñas de un gobierno, muchas veces espiritual, muchas veces material, que nos pertenece.
No creo que nadie pueda precisar cuál fue la primera dama en escalar con su protagonismo a la cima de la historia, pues está siempre ha sido contada por lo vencedores, muchas leyendas femeninas palidecen o se pierden en el olvido, sin que por ello hayan sido menos importantes.
La historia no ha cambiado mucho, pues el liderazgo y la participación política de las mujeres están en peligro, tanto en el ámbito local como mundial, las mujeres tienen poca representación a pesar de su indudable capacidad como líderes y agentes de cambio, el acceso de algunas mujeres a cargos políticos y su derecho a participar por igual en la gobernanza democrática aún no es una sistémica realidad.
Hace menos de un mes, inconcebiblemente, las mujeres sauditas llegaron al voto por primera vez, y por primera vez es elegida una mujer para ocupar un cargo público, Salma bint Hzab al Otaibi logró ocupar uno de los puestos del consejo municipal de la región de La Meca en los comicios celebrados el sábado 13 de diciembre, los primeros de Arabia Saudí en los que las mujeres participaron como votantes y candidatas.
A pesar de lo anterior, desde hace más de una década el protagonismo de las mujeres en el área política se hace evidente, mujeres como Dilma Rousseff, Hilary Clinton, Violeta Barrios, Cristina Fernández, Michelle Bachellet, Sonia Gandhi, Micheline Calmy-Rey, Laura Chinchilla o Ángela Merkel, siguieron un camino iniciado por mujeres del temple de Margaret Thatcher, política británica que ejerció como primera ministra del Reino Unido desde 1979 a 1990, siendo la persona en ese cargo por mayor tiempo durante el siglo xx y la única mujer que ha ocupado este puesto en su país, o de Golda Meir, política, diplomática y primer ministro de Israel, la primera mujer en Israel y tercera en el mundo en asumir tan alto cargo.
En Cuba hay mucha referencia a mujeres valientes, pero nunca su recordatorio llega a alcanzar el alto pedestal donde se han encumbrado los hombres:
Mujeres mambisas que dejaron todo y corrieron la misma suerte, o peor, que la de sus esposos, curaron sus heridas, criaron los hijos, los vieron morir…
Mujeres que se entregaron a un ideal, legítimo para ellas, y fueron engañadas y burladas, llevadas a reconocer un proceso “revolucionario” del que luego no pudieron, no supieron, o no quisieron, salir.
Mujeres que tuvieron que exiliarse de su país para desde allí gritar con fuerza que el cambio no puede seguir esperando más.
Mujeres que hoy viven en Cuba “cazándole la pelea” a alguien o a algo en medio de su “lucha” para satisfacer las necesidades de sus hijos y tratando de “inventar algo” para sobrevivir y seguir adelante, mujeres que se enfrentan a las penurias de la vida, que tuvieron que aprender a golpe de fuerza y de sufrimiento que el llanto íntimo es la fuerza para seguir adelante.
Mujeres que viven o murieron persiguiendo un sueño en la Cuba donde son despojadas de su derecho a pensar y actuar conforme a sus principios, muchas prisioneras, despojadas de trabajos, de prestigio, solo por el delito de pensar, mujeres que se inscriben cada día en la historia de la patria desde un sufriente anonimato.
Quien duda entonces que el poder nos pertenece, quizás el futuro de Cuba también esté en las manos de una mujer, no nos apuremos, las circunstancias y los contextos pueden cambiar mucho los pasos de la historia, alguien dijo que: «Detrás de cada hombre ilustre hay una mujer brillante», pero a pesar de que se trata de una frase cuyo fin es sublimar el papel de la mujer, no debemos pasar por alto que dice «detrás», es decir, las mujeres se encuentran por detrás de los hombres y se perpetúa la situación de discriminación. Así que pasamos de la subordinación de estar «bajo» las órdenes de lo masculino a permanecer «detrás» del hombre, en un modesto segundo puesto.
No obstante, en este nuevo año que se inicia, yo apuesto por el trabajo consensuado donde todos aportemos desde nuestra individualidad a un futuro promisorio donde las mujeres también tengamos un lugar en ese entramado político que se nos aproxima y donde, con toda certeza podemos aportar para un cambio, ya imprescindible, que se avecina.
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Joanna Columbié

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Arriba mujeres 😉