La madre del decoro, la sabia de la libertad, el mantenimiento de la República y la cura de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura. J. Martí
Por David George
La noche tuvo un misterio, ese que nunca está ausente ante la presencia del Maestro.
Todos arribamos expectantes ante las miradas tímidas, a ratos suspicaces, de los nuevos miembros y las palabras, por emotivas, temblorosas de otros. El hechizo fue cediendo y la velada, que estaba destinada a transcurrir en una noche fría y lluviosa, como se le antojaba al clima, se colmó de ese calor humano que solemos irradiar los cubanos cuando llevamos en el pecho buenas voluntades y somos más…
El colofón no pudo ser mejor, nuestro orador, superó las expectativas, que ya eran altas, al irradiar, con elocuencia pedagógica, luz sobre todos los temas que de antemano le habíamos retado a abordar los congregados.
Un Martí humano conocimos, más allá de biografías o legados, escuchamos otra cátedra de esas historias que a veces no nos han contado o nos han sido cercenadas a conveniencia.
El debate sobre la Patria, la contribución económica y en voluntades entre patriotas de distintas generaciones, unos más de izquierdas, otros más de derechas y otros mas de centro, demostró que ya estamos siendo el sueño que soñó el Apóstol.
La noche voló sin darnos cuenta y la despedida extendió el encuentro, las reflexiones no se colmaban. ¿Cuánto hay en nosotros de su legado, cuántas similitudes en esta lucha que hoy sería la suya, y cuán nuestro es el Martí que nos acompaña? ¡Qué paz brinda la coherencia!
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David George

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