Lo que el viento nos dejó

 

F-agricultura

 

Por: Silvia Parra

A 125 años de la muerte de Álvaro Reynoso y Valdés, qué queda de la obra del padre de la agricultura científica cubana

A 125 años de su muerte, ocurrida el 11 de agosto de 1888, los resultados científicos que nos legó el eminente químico, fisiólogo, agrónomo, tecnólogo industrial y divulgador científico Álvaro Reynoso y Valdés, continúan en lista de espera. Mientras la prensa oficial le presta una atención exagerada a los hechos y personas vinculadas a la política y a las guerras, se limita a mencionar a Reynoso como parte de las efemérides sin indagar en su obra ni presionar para que sus aportes se conviertan en resultados productivos.

Álvaro Reynoso, uno de los cubanos que colaboró desde la ciencia al progreso y a la conformación de las bases de la nación, estudió en el colegio San Cristóbal (Carraguao), se graduó de Bachiller en Ciencias en la Real y Literaria Universidad de La Habana, continuó sus estudios en la Universidad de La Sorbona, en París, donde se graduó en 1856 y obtuvo el doctorado, convirtiéndose en uno de los mejores químicos de su época.

Desde los primeros años de estudios, Reynoso y Valdés comenzó a publicar los resultados científicos obtenidos: Nuevo procedimiento para el reconocimiento del Yodo y del BromoDiversas combinaciones nuevas del Amoníaco en los Ferrocianuros; Acción de las bases sobre las sales y en particular sobre los arsenitos; entre otros.

A mediados del siglo XIX, cuando Cuba ocupaba el primer lugar mundial en producción de azúcar y el último en productividad, apoyado en su tesis de que “la verdadera fábrica de azúcar está en los cañaverales”, se consagró a resolver esa contradicción. Los resultados quedaron recogidos en su obra cimera Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, donde integró todas las operaciones relacionadas con el cultivo y cosecha de la gramínea, desde el efecto negativo de la tala de bosques vírgenes hasta la molida fresca para evitar la alteración de los jugos. Esta obra editada en 1862, se reeditó en Madrid en 1865, en París en 1878 y en Cuba en 1925, donde se reimprimió en 1954 y 1959, además de editarse en Holanda.

Sin embargo, en el año 2001, cuando debido al declive continuado de la producción azucarera no se rebasaron los 3,5 millones de toneladas, el entonces ministro del azúcar, el General de División Ulises Rosales del Toro, anunció dos proyectos para revertir esa situación: una reestructuración de la industria azucarera dirigida a lograr un rendimiento industrial del 11%, es decir, a extraer de cada 100 toneladas de caña 11 toneladas de azúcar; la otra, bautizada con el nombre del insigne científico, con el objetivo de alcanzar 54 toneladas de caña por hectárea. Con ambos proyectos, según se anunció en aquel momento, se alcanzarían seis millones de toneladas de azúcar (cifra producida en Cuba en 1948).

Para ese fin, en lugar de tener en cuenta todos los elementos que participan en el proceso productivo, tal y  como enseñó Reynoso, se cerraron unas 100 fábricas de azúcar, se distribuyeron enormes extensiones cañeras para otros cultivos y se soslayó el dañino monopolio estatal sobre la propiedad de la tierra. Los resultados eran de esperarse. El monto de la zafra 2002-2003 —la primera desde la implementación de la “novedosa” tarea y una de las peores de todos los tiempos— fue de 2,10 millones de toneladas, casi la mitad de lo que se producía en 1919.

azDe ahí hasta el presente, la ineficiencia industrial, la poca disponibilidad de caña, los bajos rendimientos por caballería y el elevado costo de producción por tonelada, se han repetido año tras año. En la última zafra, la de 2012-2013, el plan de 1,7 millones de toneladas no se pudo alcanzar por disímiles causas, pero especialmente porque el problema irresuelto de la tenencia de la tierra se intentó resolver mediante el usufructo. Esto ha mantenido al Estado ineficiente como propietario y la economía subordinada a la política y la ideología, lo que se refleja no solo en la producción azucarera, sino en la producción agropecuaria y en todas las ramas de la economía.

 

 

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