Por: Gretther Yedra
A pesar del tiempo transcurrido, el legado martiano aún ofrece muchas lecciones. Su vigencia puede palparse con la punta de los dedos. Hoy más que nunca, en una época en la que los cubanos atraviesan una crisis similar a la que afrontaban los exiliados del siglo XIX, valdría la pena revisar ese legado en un estado de conciencia verdaderamente martiano. Un estado de conciencia verdaderamente martiano es algo más que repetir de memoria, irracionalmente, frases y pensamientos que salieron de la pluma y de la voz de Martí. De otra manera, ese legado corre el riesgo de perderse para siempre en los oscuros laberintos de la demagogia.
En los días de la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC), las diferencias entre los cubanos que se oponían al dominio español no eran menores que las que sufre la oposición actual. Y el poder militar de España en la isla, tampoco era menor que el de la élite que gobierna Cuba hoy día.
¿Qué hizo Martí para unir a los cubanos? ¿Contaba Martí con los medios necesarios para derrocar el poderío español? Por supuesto que no, pero su inteligencia, su cultura, su carisma y su capacidad de organización permitieron poner en marcha la gesta independentista. Estas cualidades fueron definitivas. En su afán de ver a Cuba gobernada por la voluntad de todos los cubanos, Martí no omitió, en su plan de lucha, a los generales Antonio Maceo, Máximo Gómez, Calixto García y tantos otros. Sin ellos no habría sido posible hacer la guerra. Ni omitió a talentos privilegiados como Juan Gualberto Gómez, sin ellos no habría sido posible concebir estrategias políticas. No omitió a nadie. No se escuchó nunca de Martí un agravio hacia sus compañeros de campaña. El fuego de su verbo se encaminó siempre en una sola dirección: la libertad de Cuba.
Sabía que «los hombres andan en dos bandos: los que aman y construyen y los que odian y destruyen». Por eso tuvo el exquisito cuidado de calificar la lucha por la libertad como «la guerra necesaria».
Confiaba tanto en la madurez y la visión política que ofrecía el conocimiento humano, que alguna vez dijo algo lapidario: «ser cultos, para ser libres».
Eran muchas virtudes en un solo hombre. Y debió combinarlas con una convicción y una diplomacia extraordinarias, para que guerreros endurecidos por el fragor de innumerables batallas, como Maceo, Gómez y García, creyeran en él y lo siguieran. Esto, además, confiere una tremenda estatura política a las figuras de estos tres hombres, y de muchos otros, porque se requiere grandeza de espíritu, patriotismo y humildad para tener la categoría de héroes y con ella aceptar los planes de un poeta. Aquellos hombres habían perdido una guerra dolorosa, en la que pelearon durante 10 años, entre 1868 y 1878. Toda América Latina ya era independiente desde hacía más de 80 años, cuando se fundó el PRC.
#Cuba La mayor contribución de Martí a la historia de Cuba fue la derrota que propinó a la falta de unidad Clic para tuitear
Posiblemente, la mayor contribución de Martí a la historia de Cuba fue la derrota que propinó, al menos temporalmente, al caudillismo y la falta de unidad que habían provocado la derrota del 78. No se veía interesado en el poder, ni en la gloria, sino en la Patria. Ello ayudó a que los héroes de otras contiendas se sintieran atraídos por su ideario.
La propia vida de Martí, por otra parte, desmiente la tesis de que el exilio es algo ajeno a la nación. El mismo vivió 14 años en Estados Unidos, y muchos más en otros países. Vivió la mayor parte de su vida fuera Cuba. Como muchos exiliados de hoy, Martí no podía entrar en territorio cubano. Igual destino habían sufrido hasta entonces otros muchos héroes.
El empeño martiano de desarrollar «la guerra necesaria» ocurrió en un momento histórico muy similar al de ahora. La testarudez de la Corona española de aquella época le negaba a los cubanos el derecho a tener una patria propia. La testarudez de los hermanos Fidel y Raúl Castro en todos estos años, le ha negado espacio en la sociedad cubana a aquéllos que tienen un punto de vista diferente al suyo.
Seguramente, si España no lo hubiese obligado, Martí nunca habría optado por la ruta de la violencia. Era un hombre hecho para el verso y la enseñanza, para lo sublime de la vida.
Estudioso de la trascendencia de los grandes legados, Martí conocía la importancia de éstos en la historia de los pueblos. Sabía que la humanidad se había transformado sustancialmente desde la crucifixión de Cristo, que América adquirió una nueva dignidad a partir de las hazañas de Bolívar. También era consciente del valor de su propio legado, y de la necesidad de que Cuba se transformara sustancialmente, con la independencia.
Rescatemos al Martí que siembra amor y no odio, el Martí es símbolo de unión de todos los cubanos, el Martí que llama infame al que va rimando iras, cuando los demás dominan el odio y se deciden a amar. El Martí que es también Apóstol de los cubanos que viven aquí disintiendo por derecho propio y los que viven en la diáspora sufriendo la añoranza de su tierra. Enseñemos en nuestras escuelas todo lo que él realmente dijo e hizo por Cuba, por el hombre, por América y por la humanidad, sin limitarlo, y sobre todo enseñemos cómo lo hizo. No lo divulguemos a partir solo de interpretaciones genéricas de una, dos o tres personas que se creen con derecho de manipular su pensamiento. Que cada cubano tenga su verdadero Martí.
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Has dibujado a Martí en toda su estatura de gigante americano. UEse que vivió para la Patria y los suyos.
No como estos falsos martianos que ahora tienen el poder y que han vivido de la Patria y de su pueblo.
Seres que cuando esgrimen el «ser cultos… » encerraron la libertad y la hicieron para sí y para los que a ellos rinden culto.
Personas que cuando hablan de Patria, !que infamia!, se consideran ellos tal.