Por: Roberto Camba Baldomar
En un reciente documento sobre pírricas reducciones de precios de algunos productos en pesos convertibles, el gobierno cubano reitera que “los salarios y pensiones siguen siendo insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de la familia cubana”, y dicha realidad solo tendrá solución definitiva “con el incremento de la productividad y la eficiencia de la economía nacional”. Al parecer el pueblo es el responsable y por ello merece ganar poco.
Esa idea se derrumba ante el argumento incontestable de que la casi totalidad de los cubanos que han emigrado a otros países prosperan, mejoran su nivel de vida, e incluso ayudan a familiares y amigos en la isla. Ello a pesar de tener que enfrentar un competitivo mercado laboral, donde sus credenciales profesionales generalmente no tienen validez, el idioma en muchos casos es diferente, y la tecnología imperante desconocida para ellos.
Los cubanos no son vagos, es el sistema quien los torna ineficientes. Me gustaría ver cuán productivo logra ser un alemán, canadiense o japonés si tuviera que trabajar por 15 dólares al mes, transportarse diariamente hacia/desde el trabajo en un ómnibus abarrotado, levantarse de madrugada a llenar los recipientes porque es la hora en que “pusieron” el agua, o comprar de su salario hasta los lapiceros que utiliza en su trabajo porque el empleador no los provee; por sólo mencionar unas pocas de las tragedias que vivimos los cubanos.
La productividad es la relación entre la cantidad de productos obtenidos y los recursos (humanos, materiales, financieros y tiempo) utilizados para obtenerla, es un indicador de eficiencia. La eficiencia es la capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado.
La añeja antítesis cubana de “producir más con menos” es una consigna idealista. Puede lograrse, pero los incrementos de eficiencia no ocurren a grandes saltos excepto que se introduzca una masiva modernización tecnológica con el consiguiente gasto y drástica reducción de la fuerza laboral. También se puede aumentar la eficiencia produciendo más con los mismos recursos, o produciendo igual con menos recursos; pero cuidando no impactar la calidad. No recomiendo al dueño de una cafetería tratar de producir más batido con menos leche, o más bocaditos con menos jamón. Sin duda ganará más por unos días; pero perderá clientes para siempre.
¿Es eficiente el socialismo? Veamos el país socialista considerado más exitoso económicamente: China. Se calcula que antes del 2020 pasará a ser la primera economía mundial. En 2014 China produjo unos 10 billones de dólares de Producto Interno Bruto (PIB) contra 17 billones en EE.UU.; pero al dividirlo entre sus 1,376 millones de habitantes, China alcanza un PIB percápita de 7,617 USD (lugar 83 mundial), apenas el 14 % de los 54,306 USD que generan anualmente los estadounidenses (por cada dólar que un obrero chino produce, un estadounidense produce $ 7.13).
Este país no tiene un socialismo “puro”. Tras la muerte de Mao Zedong en 1976 China comenzó reformas económicas orientadas al mercado que la llevaron a privatizar la tierra, reestructurar empresas estatales ineficientes y cerrar aquellas que tenían pérdidas, generando masivo desempleo. Ya en 2008 China tenía 30 millones de negocios privados. En 1970, cuando la economía china era más “puramente” socialista, el PIB de China era apenas el 9% del de Estados Unidos, unos 91 mil millones contra un billón de los americanos; el PIB percápita de China era 112 dólares anuales, lugar 117 en el mundo, 45 veces menor que el PIB percápita en Estados Unidos. Pudiera añadirse lo contradictorio que resulta que la segunda economía mundial actualmente, sea apenas lugar 95 en cuanto a salario mínimo pagado a sus trabajadores, peor entre otros que Angola, Siria, Irak, Guatemala y Guinea Ecuatorial.
En construcción naval China superó a Sudcorea y Japón en porcentaje de mercado obtenido. Sin embargo, en el año 2009 la productividad de los astilleros chinos fue de 0.016 CGT (tonelaje bruto compensado por sus siglas en inglés) por horas/hombre, mientras que la de Sudcorea fue de 0.074 (casi 5 veces más) y la de Japón fue 0.121 (casi 8 veces más). El salario promedio por hora/hombre fue de $ 1.97 en China, $20.24 en Japón y $ 21.29 en Sudcorea. Hay miles de ejemplos que demuestran que a mayor salario mayor productividad, y no al revés. Con mejor salario aumenta el poder adquisitivo, el consumo, y con ello las ventas.
La economía socialista no está diseñada para ser eficiente, las prioridades del gobierno son políticas no económicas.
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Roberto Camba Baldomar
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