Mi Generación

 

Por: Kmilo Noa

Nos educaron desde la más temprana edad con juegos en los que se gritaba «pin pón fuera, abajo la gusanera», nos enseñaron a denigrar al niño testigo de Jehová porque no usaba pañoleta ni cantaba el himno nacional, (él también era parte de la gusanera). Nos embotaron con historias ficticias donde todos los héroes de la historia nacional habían sido «buenos estudiantes a los que les gustaba leer, sobre todo a Martí (y a Marx los más radicales y mejores)».

Nos regalaron una colección de fotos del niño Elián González, que nuestros profesores inspeccionaban todos los días y nosotros, inocentes, perdíamos y ganábamos en apuestas sin reparar siquiera en el trasfondo propagandístico que estas tenían, eran, pues, un juguete más a falta de otros. Todos los días a viva voz la consigna «pioneros por el comunismo, seremos como el Ché», el himno del mártir de la escuela, las asambleas de ejemplaridad, los actos políticos, la guardia pioneril, los congresos, etc. Esto formaba parte de un gran plan (para ellos infalible) de crear el «hombre nuevo».

Luego, el mismo procedimiento en la Secundaria Básica y el preuniversitario, donde quienes participaban en las escuelas al campo y en todos los actos políticos eran los escogidos para «ganarse» el derecho a pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas(UJC). Salvo algún que otro “hijito de papá” que era seleccionado automáticamente, los demás debían ser «ejemplares».

Así molía la maquinaria comunista hasta llegar al Servicio Militar, donde las clases de Orientación Política solo eran comparables con el trabajo esclavo que debíamos hacer todos los días para ganarnos nuevamente «el derecho» de ir un fin de semana al mes a visitar a nuestros padres.

Cualquiera que leyese esta crónica, puede pensar que efectivamente, luego de este gran proceso el resultado sería un hombre comunista acérrimo y de principios inquebrantables. Pero no fue así, algo falló en la maquinaria y resultó en varias generaciones donde la postura política predominante es la de la abstención.

Hoy, sin necesidad de una encuesta se puede decir que la mayoría de la juventud cubana prefiere mantenerse al margen, mediante una postura apolítica, y asumen como una carga inservible el pertenecer a organizaciones que solo sirven para hacer reuniones tediosas y cobrarles cotizaciones que vienen a empobrecer aún más el ínfimo salario que ganan. Hoy los jóvenes cubanos prefieren arriesgar sus vidas en una emigración extremadamente violenta y peligrosa, que quedarse a construir un «socialismo próspero y sostenible» ¿o era sustentable?

No sé si esta realidad incita a pensar o no a quienes nos gobiernan, pues están demasiado ocupados en agarrarse con uñas y dientes a sus cargos y posesiones, por lo que no les alcanza el tiempo para darse cuenta que somos el resultado de su propio actuar. No fue la injerencia extranjera, ni el norte cruel y revuelto que nos desprecia. Fueron las marchas del «Pueblo combatiente», la aburrida e inservible Mesa Redonda, la saturación política y la inmensa cantidad de «esfuerzos decisivos».

Fueron todos esos sacrificios y la enorme lista de decepciones lo que nos hizo apáticos a su revolución, y digo apáticos, manejo términos como «apolíticos», etc. Porque en su cruzada ideológica se les olvidó educarnos bien, no nos hicieron críticos sino sumisos e ignorantes, eso es lo único que los mantiene a ustedes en el poder, y no el falso estado de apoyo popular que ni ustedes mismos se creen.
Algo les faltó «compañeros», y no fue darnos más compota, sino darse cuenta que la consciencia no se puede esclavizar.

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