Por Kaned Garrido
Las oportunidades para los pequeños emprendedores cubanos parecían haberse abierto. Había promesas de créditos y las regulaciones parecían darle el visto bueno a los negocios.
Pero las normativas comienzan a sufrir cambios, se vuelven confusas e inentendibles. Este regreso a la rigidez frena los proyectos de la Iglesia. Se detienen los cursos académicos, el acceso a los microcréditos, se persigue la importación y la venta ropa.
Con sacrificio los impulsadores de las salas 3D habían conseguido comprar los equipos y alistar los locales. Es entonces cuando sale una ley que frena la posibilidad de tener estas salas de recreación.
Otra microempresaria ya tenía concebida la idea de lanzar una nueva línea de ropa para las personas obesas, pues encontró que estas estaban desatendidas por la oferta. Ella esperaba recibir un crédito de 500 CUC por parte de la Iglesia. Era la cuarta parte de lo que necesitaba, pero le servía para arrancar. Sin embargo, el crédito nunca llegó, ni tampoco la razón.
Si los impuestos excesivos y la legislación injusta no son suficientes molinos para estos quijotes, los inspectores los vuelven blancos de su arbitrariedad. Una emprendedora comenta que ellos llegan mirándolos como enemigos, multan lo ilegal y lo que no lo es también. Pues el sistema les da un margen muy amplio para definir lo que es correcto.
Estos cubanos creativos ofrecen la calidad de servicio que el sistema estatal no tiene. Se especializan y crean variedades de productos para todos. Están siempre pendientes de que haya cantidades suficientes para la demanda. Aunque las trabas que les ponen encarecen sus productos, la gente los sigue prefiriendo.
Necesitamos un cambio. Primero, crear una legislación que nazca de la participación y de las opiniones de los ciudadanos, que respete las libertades económicas y no ponga muros al emprendimiento empresarial. Nuestras leyes deben ser claras y coherentes, pues es un principio esencial del derecho que las normas sean entendibles.
Estos derechos deben ser inamovibles. Ni siquiera los gobiernos pueden cambiar la ley a su antojo, mucho menos cuando partan del consenso popular y estén sostenidas por instituciones representativas como los parlamentos. Es la mejor forma de construir un proyecto de nación duradero. Si nos movemos en función del capricho de los gobernantes será imposible crear planes a largo plazo.
Para las soluciones legales no hay que romperse mucho la cabeza. De hecho solo se trata de permitir y dejar que la gente salga adelante.
Además de garantizar la libertad económica en la ley, también podemos apoyar a estos emprendedores. Brindar facilidades de crédito para que arranquen sus negocios. Dar la asesoría y formación académica que necesitan. Bajar considerablemente las cargas tributarias que los ahogan. Incluso en el caso de los pequeños emprendedores los impuestos deberían ser simbólicos. También podemos facilitar el acceso a proveedores mayoristas, para que así no tengan que encarecer los productos a los clientes por el alto costo de los insumos.
Y por último, la más amena y exquisita tramitación, esa de lo que no sientan que deben llenar una enciclopedia de papeles. Un sistema legal, económico y educativo que apoye en todo momento las iniciativas innovadoras.
¿Qué mejor manera de despertar que liberar la fuerza que pondrá fin a la monotonía, a la escasez y sobre todo al cruel dilema de quedarse o irse de Cuba?
Fuentes
Documental Emprendedores
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Kaned Garrido
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