Por: Leyla Bello
Quienes hablaron alguna vez con Reinaldo no pueden negar su genio innato, sentido del humor y suavidad al expresarse. Cosas del decoro, ¿no? Ese que escasea en muchos hombres de hoy. Hace lo que considera deber: desarmar nuestra isla por dentro, soñando con que algunos, o todos juntos, la arreglemos. Cada letra suya desborda sensibilidad infinita, y deja para otros los adjetivos fáciles y ensañamientos banales. Periodista comprometido; de los extintos, porque su comprometimiento no gira alrededor de un hombre, sino de su Cuba, su Cuba que sufre.
Casi dos décadas de trabajo en los medios oficiales. ¿Cuándo decides emprender otro camino y por qué?
Cuando en 1971 me correspondía graduarme en la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana se produjo un “proceso de depuración” que implicó expulsiones y sanciones a varios alumnos. Mi “castigo”, ocasionado por mis “problemas ideológicos”, consistió en trabajar un año en un tabloide llamado El Bayardo radicado en la Columna Juvenil del Centenario (antecesora del Ejército Juvenil del Trabajo) en la provincia de Camagüey. Allí permanecí hasta mediados de 1973.
Luego de purgar mi sanción fui ubicado en la Revista Cuba Internacional donde al decir de mi colega Norberto Fuentes nos dedicábamos a “dorar la píldora”. Allí trabajé hasta mediados de 1987, que me trasladé al diario Juventud Rebelde bajo la inspiración de las glasnost soviética y pensaba que en Cuba podríamos hacer un periodismo diferente. Lo intenté con mis mejores intenciones y el resultado fue que en diciembre de 1988 fui expulsado del periódico e inhabilitado para ejercer la profesión en la Isla. De manera que entre mediados de 1971 y finales de 1988 transcurrieron unos 18 años donde me dediqué al periodismo oficial.
En enero de 1989 me inicié como periodista independiente, que entonces se decía “freelance” colaborando en varias publicaciones europeas sobre el tema cubano.
Fundador de 14ymedio y su jefe de redacción. ¿Cuán difícil resulta hacer periodismo serio en un medio clandestino?
El diario 14ymedio.com no es un medio clandestino, en todo caso, si fuera a colgarle alguna etiqueta preferiría la de independiente o inoficial. La mejor definición es que somos un medio digital, no subvencionado y que no se imprime.
Esta definición resulta vital para explicar las dificultades. El problema que tienen otros para conseguir la tinta y el papel lo vivimos nosotros con la conectividad a Internet. El mayor volumen del tráfico de información que mantenemos con nuestros corresponsales en provincia y otros colaboradores fluye a través de la red de correo electrónico de Nauta que es lenta y controlada por el Gobierno.
La otra dificultad es la carestía de periodistas que cumplan los requerimientos adecuados, donde lo primero es que tengan la sensibilidad profesional de percibir todo aquello verdaderamente noticioso. Lo segundo que puedan redactar cualquier género periodístico de forma veraz y atractiva consultando fuentes confiables, lo tercero que se atrevan a enfrentar los riesgos derivados de las amenazas de la policía política.
Esas amenazas en ocasiones se materializan en hechos concretos que nos dificultan físicamente realizar nuestro trabajo.
El periodismo independiente actual (mayoría) no se desprende de la “pasión” a la hora de tratar la noticia.
Una de las peculiaridades del periodismo independiente actual es la poca distancia que muchos de sus informadores toman del activismo político. Las detenciones arbitrarias, las golpizas, los registros, los desahucios y todo lo que contribuye al fiel retrato de una dictadura típica parece ser lo único que le interesa a este tipo de periodismo. Se explica porque estas noticias están ausentes de los medios oficiales y contrarrestar el monopolio de la información de la prensa oficial es una de las razones de ser de la prensa independiente. La pasión es inherente a la naturaleza de estas informaciones y de ahí la profusión (siempre innecesaria) de adjetivos.
El periodismo independiente debiera enfocar su mirada también a otros asuntos como es la creciente presencia de los emprendedores y debiera atender esas, en apariencias insignificantes, señales de rebeldía de nuestros artistas plásticos, cineastas, escritores, humoristas y músicos.
La prensa autorizada en Cuba es subvencionada por el PCC. ¿Cuál sería para ti el modelo de gestión ideal para los medios?
No creo que haya un modelo de gestión ideal para los medios.
El problema de la propiedad de los medios es un asunto complejo. Cuando está en manos privadas bajo un sistema de mercado, la información pasa a ser una mercancía más y “lo que se vende” gana en visibilidad sobre “lo que se necesita informar”. Cuando la gestión es estatal y no depende de los anunciantes, la prensa suele volverse aburrida y doctrinaria. Existe además la gestión pública, que es algo diferente a la estatal porque queda bajo el gobierno de los lectores.
Aunque no se ve a simple vista, los medios de difusión oficiales en Cuba son propiedad privada y monopólica del Partido Comunista. Si entendemos que el concepto de propiedad se refiere especialmente a la capacidad de decisión y si se añade el aspecto de la responsabilidad material sobre lo que se posee, no hay duda de que el propietario de los medios oficiales es el PCC, que designa al personal de dirección, diseña la línea editorial, gestiona los recursos materiales y paga los salarios. La ganancia no se mide en dinero como bajo el mercado sino en el control que logra sobre la población que solo se entera de lo que ellos informan a menos que tengan el privilegio de conectarse a otros medios. Es aceptable que un partido político posea una publicación propia, pero no que ese partido, con acceso exclusivo al poder en nombre de la ley, use los fondos del Estado para pagar los costos de sus medios y que además se abrogue el derecho de prohibir la existencia de sus competidores.
Algún día tendremos en Cuba diarios y revistas privados quizás llenos de publicidad, crónica roja y frivolidades de la farándula; las instituciones de la sociedad civil gestionarán sus propios medios y tal vez haya un canal de televisión público donde la gente se entere de los debates en el parlamento.
Entrevistaste al estudiante de Derecho expulsado de la universidad de Cienfuegos. ¿Cómo defines su actuación?
Este joven se limitó a ejercer su sacrosanto derecho a la libre expresión a la hora de responder las preguntas de un examen. Si en una prueba de carácter académico le preguntan al examinado cuál es su opinión sobre determinado asunto, quienes vayan a calificarlo deben abstenerse de sus prejuicios políticos, de lo contrario deberían formular las preguntas con más honestidad, como por ejemplo “qué cree usted que me complacería escuchar sobre tal tema”.
Hace unos meses te detuvieron cuando un periodista español te entrevistaba. ¿Otra vulneración a la libertad de palabra?
En los días que se guardaba luto por el fallecimiento del expresidente Fidel Castro fui entrevistado por el periodista Vicent Sanclemente de la Televisión española. No creo que hubiera un operativo contra mi persona en esa ocasión, sino que estaban nerviosos. Al informante que custodiaba el malecón quizás le parecieron inapropiadas mis respuestas. Cuando este joven informó a sus superiores que había un cubano diciendo cosas raras a un periodista extranjero, el que recibió el parte se vio en la obligación de cumplir con su deber. Algo “natural” en nuestro entorno.
La vulneración a la libertad de expresión se expresa de forma más aguda cuando, por ejemplo, nuestro diario 14ymedio.com resulta inaccesible los servidores nacionales que dan servicio de navegación a Internet.
El discurso oficial hace gala de la libertad de expresión en Cuba. La realidad es otra.
Una vez, no recuerdo la fecha exacta, el señor Carlos Lage aseguró que en Cuba había una total libertad de pensamiento… y es cierto. Lo que pasa es que como decía Federico Engels “la palabra es la envoltura material del pensamiento”, de manera que no tiene ningún valor que alguien piense en una fórmula política si no puede con total tranquilidad exponerla y nuclear alrededor de ella a sus partidarios.
La libertad de expresión, ejercida en su entorno público, es la mejor garantía que se cumplan todos los derechos que tienen las personas, incluidos, desde luego, la educación, la salud pública y la seguridad social.
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Karla Perez Gonzalez
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