Por Germán M. González
La afirmación del economista estadounidense aplica para la deuda externa y al debatirse la de Cuba resulta insuficiente. Al tradicional secretismo del partido&gobierno cubano se suma el secretismo de sus acreedores, unos son gobiernos similares en la opacidad y otros usualmente más transparentes pero buscan ventajas en las negociaciones y/o para adelantarse a otros prestamistas.
Existe la deuda externa y la deuda pública, ambos términos muy similares pero diferentes. Otro factor es la relación con el Producto Interno Bruto, total y por habitantes, y, muy importante, si el país deudor resulta a su vez un acreedor considerable. Debe evaluarse la balanza comercial y la financiera. También si la deuda es a corto, mediano o largo plazo. En fin, a priori no se puede juzgar en este tema y de hacerlo se da la razón a Galbraith.
El factor político resulta decisivo. No era lo mismo deberle a la Unión Soviética que a Rusia y demás repúblicas. No es igual deberle a la Venezuela de Chávez y Maduro que a los gobernantes futuros. No será lo mismo como deudor Fidel Castro o el hermano, con capital político para negociar (o no hacerlo) que sus sucesores.
Los datos del Anuario Estadístico cubano resultan incompletos y anacrónicos en un asunto en que los intereses acumulados, los cambios en los valores de las monedas y otros factores modifican las cifras en el tiempo. Desechando esa fuente se busca en otras, por ejemplo, Cubafacts; The Worl Factbook; Fondo Monetario Internacional; Banco Mundial; publicaciones especializadas, bancos centrales y organismos gubernamentales no cubanos, etc.
Dependiendo de la fuente los estimados oscilan de treinta y tantos hasta más de 70 mil millones de dólares estadounidenses. Generalmente los que se quedan más cortos (The Worl Factbook por ejemplo) obvian la deuda con China y con Venezuela y los que estiman mayor cifra (Cubafact) sí las calculan. Debe tenerse en cuanta la fecha de estimación pues pueden no considerarse condonaciones y/o intereses acumulados. El término “condonar” resulta engañoso pues suele ser realmente “reconversión” donde el deudor se compromete a dar participación al acreedor como accionista de futuros negocios, entonces pasa de reconversión a “recondenación” con un ente ajeno entrometiéndose y participando In sæcula sæculorum de los ingresos.
En 1986 Fidel Castro comenzó su campaña contra la deuda externa y no solo por solidaridad con el tercer mundo, ya Cuba debía a países capitalistas −a pesar de la privilegiada relación con la Unión Soviética− poco más de 6 mil millones de USD, más de 600 por habitante. Simultáneamente anunció el cese de los pagos de esa deuda (1). Paralelamente comenzó la “rectificación de errores y tendencias negativas” y se produjo el inicio de la caída en picada de la economía cubana, un lustro antes del desmerengamiento soviético que cargó con esa culpa (2).
Ese desmerengamiento aplazó el tema de las deudas cubanas pero oficializada Rusia como heredera de las obligaciones soviéticas estableció reclamaciones, Fidel Castro adujo daños y perjuicios por la interrupción no anunciada de los convenios suscritos y se negó a pagar. Como los créditos soviéticos (3) preveían el comienzo de la amortización precisamente en ese año de 1986, desde esa fecha comenzaron a acumular intereses ambos conjuntos de deudas y Cuba quedó proscripta en el mundo financiero global, hasta la aparición de un nuevo mecenas: Hugo Chávez y sus petrodólares.
Al asumir el poder Castro II heredó una situación compleja agravada por el pésimo desenvolvimiento económico, la deuda crece, pues la antigua genera intereses no pagados y por nuevos créditos tomados a China (reconciliación a cinco décadas) y Venezuela. Lo cierto es que dependiendo de cálculos más o menos conservadores cada cubano debe entre dos mil quinientos a cinco mil USD, cada trabajador debe de 7 a 15 mil USD y el salario medio anual equivale a unos 360 USD equivalentes de veinte a cuarenta años. En todos los eventos Raúl Castro menciona el tema y las dificultades que origina, prácticamente admite que si se paga no se come y si se come no se paga.
A Castro II le han ocurrido dos hechos, uno bueno y uno malo. El malo por la debacle venezolana y el bueno por el acercamiento del gobierno Obama. El primero no parece tener fin y el segundo animó indirectamente a los acreedores de Cuba a renegociar, condonando (o reconvirtiendo) parte de las deudas y reestructurando pagos.
Es de imaginar que cada país o grupo de países obtenga diferentes resultados en las renegociaciones. Indagando en los sitios de bancos y gobiernos (en este caso españoles) se encuentran cosas interesantes, por ejemplo:
Autoridades gubernamentales de España firmaron con similares de Cuba −Noviembre 2 del 2015− un programa donde primero se habla de “condonar” 40 millones de €, luego aclara que se trata de “reconvertir” en financiamiento para inversiones, el fondo creado será administrado por un comité bi−nacional y:
“Se financiarán proyectos de desarrollo e infraestructura coincidentes con las necesidades prioritarias del desarrollo económico y social de la parte cubana y estarán directa o indirectamente vinculados a intereses de empresas españolas” (sic).
Es decir, el divinizado Fidel Castro no sólo despilfarró el patrimonio estatizado, los recursos provenientes de las relaciones con la Unión Soviética y de los créditos tomados y no pagados, sino que además dejó el país en camino a ser de nuevo una colonia, española y de otros países, digamos que compañías españolas administran casi el 100% del turismo, brasileños la industria cigarrera, canadienses el níckel, francesas los aeropuertos, ahora se incorpora México en el turismo y Rusia y China que buscan ventajas geopolíticas y militares concretas están cada día más presentes.
De esta pésima noticia los cubanos no se enteran, sin derecho ni posibilidades de opinar pues la prensa es usufructo de los gobernantes, sus descendientes hasta n=>∞ generaciones tendrán que compartir el fruto de su trabajo con prestamistas que posibilitaron al divinizado financiar la subversión e intervenir militarmente en todo el mundo y en Cuba reprimir y emprender proyectos faraónicos insostenibles.
Hasta ahí las malas noticias, las buenas debemos buscarlas en nuestra Historia.
En 1998 se discutía el Tratado de París, el gobierno español pretendía que las deudas por la hipoteca de las rentas de La Habana −400 millones, cifra colosal entonces− las asumiera la ex−colonia. Los estadounidenses adujeron que los cubanos no contrajeron esas obligaciones (4) y no estuvieron dirigidas a sus intereses sino a financiar guerras civiles y coloniales de la ex−metrópoli. Se denunció como “deuda odiosa” (5) y la República nació solvente.
Luego de 58 años de República la deuda externa era simbólica, alrededor de 50 millones (Peso= USD), las reservas netas superaban los 500 millones según informes del Banco Nacional de Cuba, a pesar de las acusaciones de corrupción que se hacían y se hacen a los gobiernos republicanos (qué razón tuvo Miguel Ángel Quevedo en su testamento político dirigido a Ernesto Montaner, que todo cubano debe leer).
Un gobierno elegido democráticamente, no por designación sucesoria como en tiempos del Imperio Romano, podrá denunciar la deuda contraída y renegociada sin el conocimiento ni la anuencia del pueblo cubano.
*Galbraith J.K. Entrevista concedida a la agencia Novósty, 1991.
(1) Barrenechea, J.G. Revista Vitral, Nº124, oct-dic. 2016
(2) Anuario Estadístico de Cuba.
(3) Originados por incumplimientos todos los años en todos los productos.
(4)Wolff, Leon, History Book Club (2006)
(5)Sobre este término puede consultarse: A. Sack; E. Toussaind; Sabine Michalowski y otros.
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