Crónicas de una Propuesta de Cambio

Por el doctor en medicina y pastor evangélico Carlos Raúl Macías López

En los últimos treinta años Argentina se ha ido convirtiendo en un referente continental y mundial de transición pacífica hacia la democracia. No por gusto este país ostenta en estos momentos, la cuarta economía del continente y la número veinte en todo el orbe. La estabilidad política, económica y social se respira palpablemente en todos los ámbitos de la vida de la nación sudamericana. Años de dictaduras militares, políticas de secuestros, torturas y desapariciones, todo un fatídico pasado, han quedado afortunadamente atrás.  

No es entonces una casualidad que haya sido este precisamente el escenario, en el cual nos dimos cita diferentes actores de la sociedad civil cubana independiente, para aprender, superarnos y comparar, obviamente salvando las grandes diferencias que hay entre nuestras naciones. Fue muy interesante ser testigo presencial de los acontecimientos, pues por esos días prácticamente todo ese país se encontraba inmerso  en un hervidero gigante, en función de las elecciones presidenciales. No había un lugar donde no se observara la expectativa de un esperado cambio político. Se respiraban aires de fortalecimiento de las instituciones, respeto por las libertades fundamentales, y una evidente política del consenso, que se vio coronada por un extraordinario debate presidencial, entre los candidatos Scioli y Macri. En fin, toda una lección de tolerancia democrática y cultura del debate, elementos lamentablemente desconocidos en la vida política de Cuba desde hace más de medio siglo.

Durante mi estancia de 10 días en Buenos Aires, entablé cierta amistad con un joven de apenas 30 años de edad, que trabajaba en la carpeta del hotel donde estuve hospedado. Siempre que mi apretada agenda me lo permitía, aprovechaba para hablar con él, pero básicamente sobre política. Me sorprendió descubrir las convicciones y conocimientos que sobre el tema tenía. Le pregunté quién esperaba fuera electo como presidente de Argentina, y me contestó que, según su criterio, Scioli llevaría mejor las riendas de su país, y por tal motivo votaría confiada, voluntaria y decididamente por él.

Cuando iba de regreso al aeropuerto, pude dialogar fraternalmente con el chofer del taxi que me trasladaba. En pocos minutos, le formulé algunas preguntas sencillas para medir, al menos empíricamente, el grado de conocimiento que él tenía acerca de cultura política. Fue muy interesante para mí notar como, de una manera coloquial, sencilla y precisa, aquel señor, de aproximadamente 60 años, me explicó por qué le parecía que Macri era la mejor opción como presidente de Argentina. Quise saber entonces, por qué no votaría por Scioli, y con magistral sabiduría de hombre pueblerino, me fue dando elementos coherentes, que confirmaban su respetable opinión.

Pude percibir que las personas comunes y corrientes saben en qué creen y por qué creen.

En ambos casos no pude evitar experimentar un poco de nostalgia nacionalista. En mi monólogo interno, pensaba para mis adentros, cuánto me gustaría tener en mi país un diálogo respetuoso y sincero con un compatriota, con el cual pudiera abordar cualquier tema, incluso disentir en pleno derecho de nuestras mutuas libertades personales, sin que esto implique necesaria e invariablemente distanciamiento de algún tipo.

Estas vivencias maravillosas han ido confirmado lo que para mí ya es una filosofía de vida. Dondequiera que yo esté, procuraré haya un espacio para el debate respetuoso. Un ambiente en el cual toda opinión, aun y cuando no esté de acuerdo con ella, sea escuchada con atención.  Creo que el valor de un criterio no está solamente en el criterio en sí, sino en la persona que lo defiende.

En ese sentido, considero que la experiencia de Argentina, tanto a nivel nacional como individual, aún inconclusa y en pleno proceso de perfeccionamiento, nos ayudará a elaborar una memoria colectiva, que contribuirá a la construcción de una agenda para el futuro en nuestro país Cuba, donde la opinión y la voz de cada uno cuenta.

A manera de conclusión, puedo resumir todo lo antes dicho, en esta célebre frase de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero estoy dispuesto a luchar hasta la muerte por tu derecho a decirlo”.

 

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Carlos Raul Macias

Nací el 19 de diciembre de 1971. Me gradué como doctor en medicina en 1996 y de especialista en primer grado en Medicina General Integral en 2002. Cursé estudios en el Seminario Teológico Metodista, donde me licencié en Sagrada Teología con título de oro en 2014. Soy miembro del Movimiento Somos Más. Actualmente estoy trabajando en la propuesta cívica independiente Por Otro 18. Me desempeño como pastor de una iglesia en Jagüey Grande, provincia de Matanzas. Escribo para diferentes medios independientes, con el propósito de reflejar la realidad de mi país, y hacer propuestas objetivas.

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