Por: José M. Presol.
“Uno de los resultados de la verdadera libertad es el derecho de igualdad, que quiere decir “el derecho de que se aprecien sus perfecciones y méritos del mismo modo que otros iguales que se hallen en cualquier individuo”, de manera que una acción no pierde por la persona que la ejecuta.”
El párrafo anterior no es mío de creación, pero si lo es en el corazón. Fue escrito por el padre Félix Varela, “aquel que nos enseñó a pensar como cubanos”, y podemos encontrarlo en su trabajo: “Observaciones sobre la Constitución Política de la Monarquía Española”, II, página 17, y reproducido en “Pensamientos de Félix Varela y Morales” (1).
Uno de los mayores triunfos del castrismo ha sido el dividirnos, lo que nos ha impedido, muchas veces, poder movilizarnos juntos, poder luchar juntos, poder vencerlos juntos. Ha separado y dividido familias, vecinos, amigos y conciudadanos. Ha creado barreras entre unos y otros. Y lo peor es que ha insertado en nuestro pensamiento, en nuestra forma de razonar, fronteras que no deben existir, que no existen más que en la doctrina que han inculcado en nuestra sociedad por 58 años.
Entre los principales temores que residen en el alma de los cubanos que viven en Cuba, y que les impiden razonar libremente, es el miedo a los cubanos que viven fuera. Es lógico, durante esos 58 años el “cubano del interior” ha estado esperando y, muchas veces, preparándose contra la invasión del enemigo de fuera y el principal aliado, con infinitas ideas de venganza y revancha, de ese enemigo era el “cubano del exterior”, al que se le ha llegado a negar su propia esencia como lo que es: cubano.
Olvidamos que el “cubano del exterior” lo es por persecución política o económica, que son dos caras de la misma tiranía. La mayor parte de las veces el “cubano del exterior” lo es porque ha visto peligrar su integridad física, por haber sido expulsado o, simplemente, por habérsele negado, a él y a su familia, los medios para sobrevivir y una vida digna en Cuba. De otra forma, mayormente, sería un “cubano del interior”.
En el “exterior” y en el “interior”, en los dos lugares, hay buenas y malas personas, hay indiferentes y comprometidos, hay traidores y patriotas; así de sencillo. Por eso, precisamente por eso, y porque el cambio está en nosotros mismos y tenemos que despertarlo y ponerlo en marcha, debemos eliminar de nuestro razonamiento todo pensamiento y prejuicio que nos divida.
Los “cubanos del exterior” y los “cubanos del interior” somos todos lo mismo: víctimas. Víctimas en diferentes formas, maneras y circunstancias, pero todos víctimas de la tiranía.
Los “cubanos del exterior” y los “cubanos del interior” somos todos lo mismo, con los mismos derechos y deberes, simplemente a unos nos ha tocado la lucha en un lugar y a otros en otro. A todos nos corresponden los mismos derechos y obligaciones.
La tiranía ha sido muy inteligente en sus leyes electorales, al punto de que algunas de las cosas que contienen han llegado a calar en nuestro propio razonamiento.
Una de esas cosas es la privación de derechos de voto activo (derecho a elegir) y voto pasivo (derecho a ser elegido) a los “cubanos del exterior”. Lo hace mediante un truco fácil: exigir la residencia, por un tiempo mínimo, en el interior.
Los que estamos fuera, en una gran mayoría, no lo estamos por propia voluntad, sino porque nos han obligado.
¿No somos capaces de darnos cuenta que esas normas electorales dictatoriales lo que hacen es dividir a los cubanos? Eso, además de ser tan injustas que, en su aplicación literal, le impiden el voto y la capacidad de ser elegido al propio José Martí sin ir más lejos.
No se trata solo, con vistas al 18, de intentar acceder a puestos de representación, sino que, además, se trata de luchar y defender los derechos a que todos los cubanos, donde quiera que residan, puedan elegir y ser elegidos.
Un cubano debe ser un voto, pero, además, un cubano debe ser un posible candidato a cualquier responsabilidad; empecemos por aplicar esto de forma general en nuestras propias organizaciones y hagamos crecer ese principio de cambio que está en nosotros. Eso será, en sí mismo, un gran paso, pero además nos aproximará a una cosa muy necesaria: la unidad.
Las cadenas no solo se rompen enfrentándose a ellas, también se rompen dándonos cuenta de cómo nos han hecho cambiar en nuestra forma de razonar y actuando en consecuencia.
Cubanos somos todos, todos somos cubanos, todos somos iguales.
[1] “Pensamientos de Félix Varela y Morales”, recopilación de María Margarita León Ortiz, Ediciones Bachiller, La Habana, 2008.
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Jose Manuel Presol
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