Por: Dariem Columbié Grave de Peralta.
Muchas son las formas en que se muestra una y otra vez la represión en Cuba. No sé si por ingenuidad o por un sentido arcaico de la decencia, no dejan de sorprenderme. Esto ocurrió el pasado viernes 10 de abril, cuando me disponía a visitar a José Daniel Ferrer.
Ya hacía una semana de su excarcelación y aún no había podido ir a verlo. A pesar de que la medida que le aplicaran no era nada justa, ya que debieron exonerarlo de todo cargo, es motivo de alegría verlo en casa. Para nadie es un secreto la importancia que tiene para la lucha tener activo a José Daniel.
Me dispuse a ir solo, con la situación actual del Covid-19 no creí pertinente en ese momento, ir acompañado. Al bajarme del transporte y caminar unos metros, me fueron al encuentro dos personas, una mujer vestida de doctora y un hombre vestido de civil. Ambos se acercaron intentando ser muy educados y me explicaron que estaban controlando el acceso a Altamira y que las personas que no residían allí, no podían pasar. Mi primera pregunta fue, ¿Cómo sabían que yo no residía en Altamira? Ni siquiera me habían preguntado donde vivía ni me habían pedido mis documentos.
La comedia era totalmente inverosímil: Ellos dos deteniéndome solamente a mí para que no pasara a un barrioinmenso y en todo momento circulando por nuestro lado montón de personas. Yo les pedí que me explicaran esto y en un acto de cansancio y para guardar la forma en lo que ya se estaba convirtiendo en una escena de teatro muy cerca de una parada de ómnibus, la “doctora” dijo con tono de sentencia:
Mi perplejidad después de oír semejante descaro no tuvo fin. Debo confesar que me neutralizaron. Yo no lograba entender que estuvieran usando la pandemia y un disfraz de doctora para “regular” mi movimiento como activista.
Este tipo de acciones no me son extrañas. Si comparo con otras detenciones pasadas recuerdo como usaron una ley que “regula” la residencia dentro del país para retenerme durante ocho días en La Habana y luego deportarme a Santiago de Cuba, por encontrarme realizando labores de activismo.
Estamos peleando una guerra con un enemigo que no respeta ni las propias leyes que escribe, está jugando su juego con reglas que cambian a conveniencia en una dictadura cansada,prepotente y “omnipotente”.
Y yo me pregunto: ¿Qué armas podemos tener para combatir tal atropello a la democracia?
Solo se me ocurre una respuesta ¡EL PUEBLO SOBERANO!
Dariem Columbié Grave de Peralta
Coordinador Nacional
Movimiento Político Somos+ Cuba
11 de abril de 2020
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La dictadura no tiene fronteras, como tampoco cumple cabalmente sus propias leyes, sienta sus bases en la represión, el mirdo, el odio, ni un atisbo de democrácia en su actuar.
Y a pesar re todo forma parte de organismos internacionales que se establecen para controlar que los gobiernos no realicrn esos actos.
Que hacer?
-unirnos en contra de tales desmanes,
-actuar en lo que esté a nuestro alcance,hasta derrocar la dictadura.