La tierra es de quien la trabaja

la tierra es para el que la trabaja

Por Ezequiel Álvarez

Con el lema de «La Tierra es de Quien la Trabaja» la Revolución se dedicó a transformar el panorama agrícola cubano. Como dijera una poetisa cardenense en décimas guajiras, escritas para celebrar tal evento:

«A nuestro problema eterno
del abandono sin tino
del infeliz campesino,
dió respuesta extraordinaria.
Viva La Reforma Agraria
y de Cuba su destino».

Poco sabía que ni la respuesta ni el destino tendrían nada de extraordinario.

Se intervinieron los «latifundios», las propiedades extranjeras como la United Fruit Company y el King Ranch, donde los trabajadores agrícolas vivían en la miseria y eran explotados por los dueños. No se conformaron con esto, también intervinieron las fincas privadas dejando siete caballerías como límite de propiedad. Solamente los pequeños colonos escaparon a las intervenciones. Las grandes propiedades pasarían a formar cooperativas agrícolas donde los trabajadores serían los «dueños» verdaderos de las tierras y del fruto de su labor.

Esa era la versión oficial, pero la realidad era otra. Las cooperativas estaban en manos de administradores, los cuales fueron escogidos por su afiliación política, no por sus conocimientos agrícolas, además de no tener poder real, ya que respondían a directivas que venían «de arriba». Junto con estos descendieron también los comisarios políticos que se dedicaban a explicarle al trabajador las nuevas circunstancias e interpretación de ellas. El campesino pasó de trabajar para los amos capitalistas a trabajar para los planificadores socialistas. Las cooperativas se convertían en parte de una economía planificada donde el trabajador no tenía ni voz ni voto. Los pequeños colonos aunque no perdieron la propiedad de sus fincas, perdieron el control de sus trabajadores, ya que la administración decidía cuando ellos estarían disponibles para trabajar en la finca durante la zafra.

Entre los excesos de la nueva administración agraria y por experiencia propia vi como se formaron algunas de estas cooperativas. Ejemplo: el batey de Soplillar en la Ciénaga de Zapata que era una comunidad de familias carboneras. Cada cual tenía su bohío, sus animales y cortaba la leña del monte para hacer carbón y venderlo en el pueblo. Llegó la Revolución, construyeron una clínica, un parque infantil e incorporaron el batey en una cooperativa carbonera. Y como ahora era una cooperativa, todo era de todo el mundo, incluyendo las crías de animales privadas. Aquel que se había preocupado por tener algo mejor, lo perdió por la comunidad, pero ni la comunidad era dueña, eran los administradores, creando resentimiento entre el campesinado. La producción, venta y administración de ganancias pasaba a manos de la administración de la cooperativa.

La inhabilidad de la agricultura cubana de producir no es más que la intromisión de una planificación asfixiante que limita la productividad y mata el incentivo personal del campesinado a progresar.

En una Cuba del futuro las cooperativas agrarias no tienen porqué desaparecer, al contrario pueden ser parte íntegra de una economía mixta. Con la excepción que esta vez los verdaderos dueños de la tierra sean quienes la trabajan. Que los trabajadores no solamente sean propietarios de la cooperativa donde trabajan, que ellos también sean quienes eligen a los administradores y decidan que van a cultivar y a quienes le van a vender sus productos en un mercado libre. El progreso no está basado en restringir, sino en liberar el proceso económico para que florezca.

Darle el poder al campesinado sobre el fruto de su trabajo y la libertad de decidir que se siembra, va a ser el instrumento que saque al campesino de la pobreza.

 

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Ezequiel I. Alvarez

Nací el 14 de Junio de 1946 en Cárdenas Matanzas, Cuba. Ingeniería Eléctrica por profesión, Poeta y "comentarista" por vocación. Colaborador en la producción de la revista "Los Pinos Nuevos" en Chicago y el periódico de "La Agrupación Abdala" en Nueva York 1971-1980. Actualmente soy miembro del Movimiento Somos+ y esta es mi manera de colaborar humildemente con todos los que hoy están creyendo que sí se puede, con todos los que hoy mantienen la esperanza y continúan.

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