Ganar o perder: ¿dilema o decisión?

Por el pastor y médico Carlos Raúl Macías López

Todo cambio implica ganar y perder cosas. Por tanto, el cambio que nuestra amada Cuba necesita urgentemente, no escapa a esta contundente verdad.

Los que aquí han secuestrado el poder, los de arriba, los de la clase privilegiada, la burguesía proletaria, para ser parte del cambio, tendrían que estar dispuestos a renunciar incondicionalmente y en el menor tiempo posible, al totalitarismo, cuestión que reconozco raya con lo improbable, pues por acá el litigio no es por un asunto de colores ideológicos, sino de supremacías, y a esa malsana tendencia de erigirse en señores y dueños de todo y de todos, no ha escapado ninguno de los que han probado las mieles del poder.

¿Qué ganarían a cambio? Pues paradójicamente para ellos y felizmente para nosotros, menos control, una realidad contextualizada con los de a pie, el agradecimiento de una nación libre y emancipada y, talvez, el respeto de los contrarios.

Para precipitar la transición, los cubanos que viven fuera de Cuba deberían desistir al miedo y/o la indiferencia, para unirse en un frente más o menos común, al levantar la voz por y en favor de los vilipendiados de adentro, superando las diferencias históricas y generacionales, o la preocupación justificada de que los mayorales de la Revolución les impidan entrar para ver a sus familiares, entre tanto ganan espacio en el sentido de la unidad nacional y de la autoridad moral.

El binomio cubanos de adentro-cubanos de afuera, es una categoría que ha sido convenientemente manipulada a su antojo, por unos y otros, a manera de freno y acelerador, de acuerdo a las circunstancias, los intereses y las motivaciones.

El inventario de lo que arriesga un cubano que vive en Cuba de cara al cambio, sería largo y preocupante. No podemos tapar el sol con un dedo, puesto que mucho está en juego.

El peligro, a manera de Espada de Damocles, a la cual se aferra el largo brazo de los censores, que gravita sobre los contestatarios, va desde, descrédito, vejaciones, amenazas, usurpación de propiedades y objetos personales, golpizas, desalojos, despidos escolares y laborales, acusaciones sin argumentos ni pruebas legales, hasta detenciones arbitrarias, prohibiciones para viajar al exterior, incluso dentro del propio territorio nacional, encarcelamiento, sin descartar la posibilidad del exilio forzado y la pena de muerte.

Aclaro que en esta lista tan lúgubre, que a todas luces son la evidencia de una nación fallida, no incluyo otros procedimientos que los capos del estado emplean con tenebrosa impunidad, por lo inverosímil, absurdo y grotesco que resultan.

Ante un precio tan alto a pagar, ¿cuáles serían las ganancias? Este es el punto que paraliza a la gran mayoría de los cubanos: «jugármela, ¿a cambio de qué?»

Y cuando digo cubanos, lo digo desde el más alto sentido del respeto y de la tolerancia, esos que no por tener miedo o por guardar silencio, son menos importantes que aquellos que a fuerza de convicciones y argumentos estamos dispuestos a superarlo.

Todos entre dientes sueñan y abogan por un cambio radical, pero pocos están dispuestos a asumir el precio. Todos quieren ganar/ganar, quizás aspirando desde la distancia y el anonimato, a que otros protagonistas se lancen al ruedo, y sean esos los que pierdan, como conejillos de India.

Es aquí a donde yo invito a mis coterráneos a que cada cual haga un serio y profundo balance personal. En ese espacio donde quedamos a solas con nosotros mismos, nuestra conciencia y Dios.

Pero no podemos negar una triste realidad, que pone en tela de juicio la supuesta nobleza y legitimidad del proceso revolucionario del 59, echando por tierra el utópico ideal del hombre nuevo: muchos de nuestros hermanos sacrificaron vez tras vez, desde hace mucho tiempo la sinceridad y la trasparencia en el altar del fingimiento y la hipocresía, mientras corrían en pos de migajas, paliativos y consignas. Muchos, defenestraron la decencia con un puntapié inmundo en el abismo de la desvergüenza, mientras denunciaban al vecino que pensaba diferente, o al que se marchaba a otro país.

Para otros, el valor de hablar de frente y sin susurros, sucumbió ante la manía de usar máscaras, gestos y mutismos, cuando de perder algo se trataba. Donde la sagrada individualidad fue diluida y fragmentada en el secuestro, por una colectividad ilegítima. Donde el inviolable sello personal fue pisoteado por un intento tan creído como infame de pretender, que “yo soy Fidel”

Casi siempre para ganar hay que perder. Cuba necesita de la sinceridad, la decencia, el valor, los principios, no de nadie más que de nosotros, los cubanos. Ahí radica precisamente la ganancia neta. En la medida que renunciamos al yugo dictatorial, ganamos en dignidad.

Es un dilema. Es una decisión. Si. Pero quien no se respeta a sí mismo, no espere mucho el respeto de los demás.

Cambia el cubano, cambia Cuba. Gana el cubano, gana Cuba. Es una relación directamente proporcional.

Pero nunca habrá un genuino cambio, a menos que la mentalidad cambie. En este caso, la mentira por la verdad, el miedo por el valor, la hipocresía por la trasparencia, la crítica por la propuesta. Estoy persuadido de que quien ama de corazón, nunca oculta la verdad, aunque le cueste.

Los que ayer marcaron su generación, que hoy evocamos como héroes y mártires, no fueron los que guardaron silencio o miraron hacia otra dirección, desentendiéndose como viles cómplices de las injusticias y las miserias. Por el contrario. Fueron aquellos que estuvieron dispuestos a perder, con tal de que otros pudieran ganar. De hombres y mujeres como esos, está llena no tan solo nuestra historia patria, sino también nuestro presente, y esto, con alivio lo digo, cada vez somos más.

Dejé a manera de cierre lo que ganaríamos y perderíamos todos.

En la medida en que los que arrebataron el poder desde hace 59 años lo pierdan, (fíjense que no digo lo cedan, porque tal cosa no va a pasar), en la medida en que los cubanos de afuera y de adentro perdamos el miedo, y unidos arrebatemos lo que por derecho propio nos corresponde, Cuba y los cubanos ganan. Todos tienen miedo. Unos a perder el poder. Otros a arrancarlo. Pero al final, gana la mayoría, el soberano, el pueblo.

Miserable aquella nación donde sus hijos, para ganar, no están dispuestos a perder.

Pobre de aquel país, donde sus ciudadanos valoran únicamente sus sueños personales, desentendiéndose de los de los demás.

Porque…
… Morir por la patria es vivir

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One comment on “Ganar o perder: ¿dilema o decisión?
  1. Muy buen analisis.. Planteamierto actualizado de la dicotomia politica, economica y social, no solo de Cuba… sino de los Cambios que cualquier miembro de la sociedad debe enfrentar. Votar por unos o Votar por otros; Rebelarse o Morir; Emigrar o no Emigrar…

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