Por Maykel Aledo
La virtud es el equilibrio entre los defectos y los excesos. Posicionarse en uno de los dos extremos no nos haría radicales, nos haría extremistas. Ir a la raíz de los fenómenos, he ahí la radicalidad. Desgraciadamente en los tiempos que corren, producto de impaciencias y soberbias no dominadas, con frecuencia se confunde el equilibrio con indefinición, limitación… y de lo que se trata es de responsabilidad.
Convicciones que tengo como certezas, me llevan a inmunizarme contra los patológicamente enfermos con el virus del «aldeano vanidoso», que señalan como defecto, la vocación al diálogo y la paz, a la filosofía de pensar positivo, con espíritu de reconciliación nacional: el paradigma y la magia de pensar en grande; virus que si llega a contagiarte te vuelve sietemesino y tus miserias logran prevalecer sobre tus luces.
En el mundo del liderazgo es bien sabido hace tiempo, que no debe esperar influir positivamente sobre los demás, quien adopte, en esencia, una actitud que es todo crítica, queja y condena.
El primer y más significativo paso que debe dar todo aquel que quiera contribuir al cambio, es ser, él mismo, ejemplo del cambio que quiere ver en los demás. Hay que llenarse de pensamiento, sentimiento y actitud positiva. Comencemos por creer que podemos tener éxito y lo tendremos. Reduzcamos día a día el miedo entrando en acción.
Pero nuestra generación no debe permitir desbocarse apresurada y ciegamente una vez más, sólo a la derrota del poder totalitario imperante, la historia ha demostrado una y otra vez, que todas las revoluciones anteriores han sido traicionadas. La cuestión de los métodos no es secundaria, éstos deben traer ya en sí, los gérmenes esenciales de lo que se construirá a continuación. Más de una vez hemos sido engañados: no hemos sabido diferenciar la simuladora virtud de la utilidad, de la auténtica utilidad de la virtud. Puede que sea el camino más difícil, quizás el más largo, pero con Martí he aprendido que no se puede andar «deprisa, y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa.»
Crezcamos entonces en el empeño de hacer con formas nuevas, con el más grande de todos los cubanos como brújula, exaltando la inteligencia emocional: las formas hermosas e inteligentes de hacer sentir y pensar para mejor actuar; contagiando a diestra y siniestra el orgullo de ser cubanos: acabar de subirnos la camisa al codo, hundir las manos en la masa, sudar, y de veras crear. Porque si el vino sigue saliéndose agrio, no es culpa del plátano, que si natural, es siempre dulce. ¡Es nuestro vino!, tiene que querer decir, en el presente y en el futuro, que es nuestra responsabilidad si nos sale mal, lo que para hacer bien, todo tenemos: inteligencia, bondad y valentía.
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Maykel Cesar Aledo
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// Excelente enfoque conceptual //
Excepto la primera oración (con definición superprecaria de «virtud»), ¡el resto me parece excelente!
Establecer, estructurar y hacer funcionar bien una nación requiere ciertamente una gestación natural y laboriosa. ¡Cuándo y cómo comenzamos y efectuamos esa gestacion para Cuba?
Más sencillo y páctico: ¿Cuando comenzamos *a hablar* en serio de esa gestación?
Espero por ustedes.
interesantevreflexion apoyandose en frace de jose Marti a quien no veovque mentions mucho. Pero bonita