«Amor por los cubanos»

Por Carlos Raúl Macías López

Recientemente escribí un artículo al que titulé «Me duele Cuba»

Quiero abordar éste asunto, pero desde otra óptica: la de la ética y el comportamiento de un seguidor de Cristo.

Cuando digo me duele Cuba, lo que en realidad estoy queriendo decir es «amo a Cuba»

Y más que al suelo que pisa la planta de mis pies, como diría Martí, a los cubanos, a todos, sin distinciones.

Esa percepción entonces me inquieta de tal manera, que me obliga a refinar mi manera de ser, cada día, tal vez, no pensando tanto en mí, como en los demás.

Cada mañana, al despertar, mi primer pensamiento va dirigido a Dios y de ahí, a cómo puedo superarme a mi mismo, pero en función de hacerle la vida a mis compatriotas un poco más fácil.

Ya es suficiente con que escaceses y derechos pisoteados se confabulen, con el propósito de robarnos la esperanza.

Pero, ¿como contrarestar desde una individualidad auténtica y una identidad definida, la precariedad y la pérdida de valores?

No es tan difícil.

Decido si me doy por vencido o no ante la vulgaridad, la mala educación o el maltrato.

Eligo el saludo, la sonrisa, el abrazo y la amabilidad.

Declino pagar mal por mal.

Algunas circunstancias bien pudieran volvernos duros como estrategia para poder sobrevivir. Pero no tanto como para responder con asperezas al que es áspero.

Renuncio a sucumbir a la violencia verbal y a la censura, siendo yo violento y censurador.

Apuesto por construir una nueva nación, pero comenzando no por un cambio político, sino desde un total apego a un individuo que ama y considera a los demás, aún y cuando estos sean diferentes.

Prefiero ser luz que tinieblas, solución antes que problema.

Creo, que ese es no sólo el punto de confluencia, sino también donde todo debería comenzar.

Para eso, Dios tendría que ser el centro.

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