Por Carlos Raúl Macías López
Ser incomprendidos por la familia y los amigos, cuando de levantar la voz se trata, es posiblemente unas de las copas más amargas que tiene que beber un disidente.
Estas palabras van dirigidas básicamente a quienes tienen en su familia a un opositor.
A esos cubanos que cada día se duermen y levantan con la incertidumbre de lo que le podría ocurrir a su papá, mamá, hermano, esposo o hija.
El riesgo de ser reprimidos por nuestra manera de pensar no sólo se cierne sobre nuestras cabezas. Alcanza sin distinciones a nuestros seres queridos. Ellos también sufren nuestra suerte.
Es a la vez una de las primeras barreras que tiene que vencer quien se inicie en el escabroso pero privilegiado camino de oponerse al régimen político en Cuba: el miedo de los de casa.
El daño antropológico tiene muchos rostros. Este es uno de ellos. Convencer, explicar discutir, es en verdad el acto de iniciación de un contestatario, pero no ya en el centro de estudios, de trabajo o en la oficinas de la seguridad del estado, sino en el espacio doméstico.
No son pocos los que han desistido de emprender un proyecto cívico independiente, ante los ruegos y lágrimas de una madre o de una esposa aterrada.
Es ahí precisamente donde el opositor comienza a experimentar los primeros embates por pensar diferente.
Nuestros angustiados y afectados padres apelan incluso a lo inapelable, con tal de que renunciemos a la locura de criticar al gobierno.
No faltan en tales circunstancias, consejos sinceros y frases trilladas como: ¿qué vas a lograr?, vas a ir preso, esto no lo cambia nadie, tú no conoces a tal o a mascual líder, etc…
No los critico ni los juzgo. Detrás de ese miedo se esconde lo que todos piensan, pero muy pocos dicen: de lo que el gobierno es capaz.
¿Por qué en vez de restringirnos, no se unen a nuestra causa, que es la de las mayorías?
Porque hemos preferido vivir mediocremente tranquilos, antes que intensamente comprometidos.
Mis palabras sirvan como estímulo y reconocimiento a tantas madres cuyos hijos guardan injusta prisión por no doblegarse.
Perder una carrera, un negocio, un puesto de trabajo, o la vida, es terrible.
Perder la libertad y el derecho a ejercerla, es mucho peor.
Ya falta menos.
Dios bendiga a la familia cubana.
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Gracias hermano, bellas palabras. Como siempre están llenas de amor, valentía y esperanza. Que Dios te bendiga, que bendiga a tu familia, a todos los hermanos de SOMOS MAS, a sus familiares, a todos los cubanos, a todos los cristianos y a todos los humanos.
LIBERTAD, HERMANDAD Y PROSPERIDAD!!!